A muchas personas les ocurre que sólo con pensar en enfrentarse a una audiencia (más o menos grande, más o menos cercana) ya comienzan a sudarle las manos y a temblarle las piernas. Quizá tú seas una de ellas.
¿Por qué nos invade el pánico cuando tenemos que hablar en público o ante un micrófono/cámara? Y más importante aún, ¿cómo hacemos para controlarlo?
Los seres humanos disponemos de un mecanismo que nos permite percibir situaciones de peligro a través de los sentidos y así poder reaccionar a tiempo para evitarlas o enfrentarlas. Este mecanismo implica a varias zonas cerebrales, entre ellas la amígdala, que nos sirven de voz de alarma. Y es aquí donde nace el miedo como respuesta emocional a estas situaciones potencialmente peligrosas. (Si quieres saber más sobre este mecanismo, te recomiendo estos artículos: https://www.investigacionyciencia.es/revistas/mente-y-cerebro/el-concepto-del-alma-671/el-miedo-en-el-cerebro-humano-14181 y https://www.psicomemorias.com/amigdala-adquisicion-miedo-lado-oscuro-psicologia/ )
Pero, ¿por qué sentimos miedo ante personas que nos escuchan si esto no supone ningún peligro?
Lo cierto es que, aunque no percibamos ninguna amenaza física, sí nos estamos exponiendo a una amenaza social. Como os decía en la entrada en la que hablaba sobre los objetivos de la comunicación, desde pequeños/as estamos condicionados/as por la cultura en la que nos desarrollamos, asumiendo comportamientos aprendidos de nuestros/as familiares, amistades, profesores/as, jefes/as… Y este condicionamiento sobre lo que podemos y no podemos hacer, sobre lo que está bien y lo que está mal, nos genera miedo ante la posibilidad de ser rechazados/as por el grupo al que pertenecemos.
Es otra forma de supervivencia cuando nuestras necesidades fisiológicas están cubiertas. Supervivencia social. Nos vemos en la obligación no sólo de hacer lo que nos han dicho que es lo correcto, sino de destacar por encima de otros/as para asegurarnos la aceptación del grupo. Esto nos da seguridad, y es por eso que sentimos miedo ante la inseguridad que nos produce la posibilidad del fracaso, del desprecio.
Sin embargo, cuando damos una conferencia, el objetivo de nuestra audiencia es recibir información, no juzgarnos. Cuando cantamos en público el objetivo de nuestros/as espectadores/as es disfrutar, emocionarse, no juzgarnos. Poco importa si nuestra actuación es perfecta, lo esencial es que el público se sienta satisfecho con lo que ha visto/escuchado.
Cuando estamos en un escenario o ante un micrófono/cámara no sólo importan nuestras palabras, sino también nuestra postura, nuestro tono de voz, nuestra respiración, nuestra mirada… Es decir, la comunicación no verbal. Porque el público percibe todas estas cosas: si tenemos miedo, el público percibe miedo; si estamos relajados/as, el público lo estará también; si estamos disfrutando, ¡el público lo hará con nosotros/as! (¡Vaya! De nuevo aparecen las neuronas espejo).
Por lo tanto, podemos sacar varias conclusiones:
- Nuestro peor juez somos nosotros/as mismos/as
- Contra el miedo, la mejor arma es la empatía
- Quitando el foco de nosotros mismos y poniéndolo en la audiencia (sus objetivos y necesidades) evitaremos presión innecesaria
El miedo no desaparece, es un mecanismo de alerta muy útil al que le debemos nuestra supervivencia. Lo que tenemos que hacer es aprender a controlarlo para que juegue a nuestro favor. ¿Quieres saber cómo hacerlo? ¡Te lo cuento en la próxima entrada de este blog!