Si las/os hablantes de una misma lengua (el castellano, en este caso) nos comunicamos eficazmente es gracias a que hemos aceptado y adoptado una serie de normas lingüísticas que facilitan el intercambio de mensajes. La gramática nos da tanto las herramientas como el libro de instrucciones; sin embargo, como adelantábamos en esta entrada, la palabra perro puede tener un significado muy diferente para una persona amante de los animales y para otra que haya sido víctima de un ataque canino.
Más allá de las herramientas y del libro de instrucciones están nuestro pensamiento, nuestros sentimientos y nuestras experiencias. Todo aquello que conforma nuestra forma de ser y que nos llevará a generar y descodificar mensajes de maneras muy diferentes.
El lingüista estadounidense Noam Chomsky, en su propuesta de gramática transformacional, “desarrolló el concepto de que cada oración tiene dos niveles distintos de representación: una Estructura Profunda y una Estructura Superficial. La estructura profunda era una representación directa de la información semántica de la oración, y estaba asociada con la estructura superficial (la que tiende a reproducir la forma fonológica de la oración) mediante transformaciones”.* Más adelante habló de Lenguaje I (interno) y Lenguaje E (externo) para diferenciar la representación mental del conocimiento lingüístico, de los convencionalismos y hábitos de conducta compartidos por un grupo de personas.
Chomsky fue más allá del libro de instrucciones y se atrevió a hablar de las habilidades y condicionamientos innatos que tenían los individuos que se disponían a usar las herramientas.
Resumiendo: una cosa son las palabras que pronunciamos y otra diferente los pensamientos que han dado lugar a esas palabras.
Porque, como enuncia una (y a mi parecer la más importante) de las presuposiciones de la Programación Neurolingüística: “EL MAPA NO ES EL TERRITORIO”. Igual que un mapa de carreteras no es la carretera, mi pensamiento no es la realidad, sino mi forma, personal y única, de percibirla. Entender esto es fundamental para ahorrarnos horas y horas de discusiones y disgustos. La siguiente imagen lo ilustra claramente:
Por desgracia, no disponemos del súper-poder de la lectura mental, ni del don de la ubicuidad, ni de máquinas del tiempo que nos permitan conocer los pensamientos, los sentimientos, y las experiencias de otras personas tal y como ellas las viven o han vivido. Sólo podemos contar con las herramientas que hemos desarrollado para ponerlos en común: las palabras.
¿Y cómo podemos llegar a entendernos si no podemos ponernos en la piel de los demás? Es sencillo, a través de unas prácticas comunicativas saludables, esas de las que hemos venido hablando en anteriores entradas: empatía, escucha activa, respeto y precisión. Siendo conscientes de la existencia de múltiples puntos de vista de una misma cuestión, y utilizando un lenguaje no violento, minimizaremos malentendidos y prejuicios, y podremos expresarnos con claridad, llegando a entendernos aunque no compartamos la misma opinión.
¿Sabías que se denomina ALEXITIMIA a la incapacidad para reconocer las propias emociones y expresarlas verbalmente? De esto te hablaré en la próxima entrada, de momento te dejo una última reflexión:
Sin necesidad de padecer alexitimia, muchas veces nos lanzamos a hablar sin pararnos a reflexionar y a analizar cómo nos sentimos y qué queremos expresar. ¿Cómo vamos a elaborar una estructura superficial coherente si no somos conscientes de la existencia de una estructura profunda?
*Fuente: Wikipedia
Puedes encontrar un sencillo y claro artículo sobre Gramática Generativa aquí.