EN LA DUDA ESTÁ EL CRECIMIENTO… ¿O NO?

¿Lo hago o no lo hago? ¿Lo estaré haciendo bien? ¿Debería intentarlo de otra forma? ¿Y si no me sale? ¿Por dónde empiezo? ¿Cómo se lo digo?

Nuestro día a día es una continua toma de decisiones. Evaluamos las distintas opciones que tenemos para poder satisfacer nuestras necesidades de forma óptima. Sin embargo, en numerosas ocasiones la duda nos paraliza, nos hace sentir frágiles, tememos tanto equivocarnos que optamos por no enfrentarnos a las situaciones que nos desafían. O lo que es peor, defendemos a ultranza opiniones, hechos y puntos de vista que ni siquiera nos hemos cuestionado, dándolos por válidos y únicos sin tener en cuenta otras perspectivas al respecto.

La duda, si nos alejamos de la congoja que produce la parálisis inicial, es un estado que nos permite buscar nuevas alternativas y de esta manera tener más recursos a la hora de tomar decisiones. Dudar, incluso de nosotras/os mismas/os, nos hace potencialmente más sabias/os, siempre y cuando tomemos acción en lugar de quedarnos atascadas/os en un bucle infinito de indecisión.

A lo largo de mi vida me han surgido infinidad de dudas: ¿será útil estudiar esta carrera? ¿Debería romper mi relación sentimental actual? ¿Será buen momento para cambiar de coche? ¿Me compro los pantalones negros, o los rojos?

Unas decisiones son más trascendentales que otras, obviamente, pero todas suman a la hora de producirnos sentimientos de inseguridad o confianza en función de cómo las gestionemos.

Pedir opinión a terceros puede ayudar a tener diferentes puntos de vista, pero no debemos olvidar que cada persona se mueve en función de sus propios genes y experiencias, y lo que a otras/os funcionaría sin duda, a nosotras/os puede resultarnos inútil (o contraproducente). Lo más provechoso suele ser captar toda la información posible, tanto de personas de confianza, como de expertas/os que hayan hablado o escrito sobre la materia, y analizar las consecuencias que cada opción podría tener sobre mí.

Te animo a dudar cada día un poquito, a replantearte tus rutinas y comportamientos y buscar alternativas: cambia algo en tu alimentación, en tu vestuario, en tus trayectos, en tu forma de hablar… Introduce elementos nuevos que amplíen tu mapa mental, que te proporcionen nuevas experiencias. Habrá cosas que te gusten más y las incorpores a tu día a día, otras menos y podrás rechazarlas con conocimiento de causa. Además, rompiendo rutinas no sólo llevarás una vida más divertida y enriquecedora, sino que ayudarás a tu cerebro a ser más flexible, modificando y ampliando tus conexiones neuronales y convirtiéndote en una persona más capaz de enfrentarse a nuevas situaciones de forma eficiente.

«Dudar, en la línea de Montaigne, es dar un paso atrás, distanciarse de uno mismo, no ceder a la espontaneidad del primer impulso. Es una actitud reflexiva y prudente, la regla del intelecto que busca las respuesta más justa en cada caso.»

  (Victoria Camps , “Elogio de la duda”. Arpa Editores, Barcelona, 2016)