¿Cuántas veces hemos oído aquello de que es necesario ponerse en los zapatos de otra persona para poder entender su forma de ser? Pues esto es, ni más ni menos, lo que llamamos empatía, es decir, la identificación con nuestras/os semejantes.
Los comportamientos empáticos, junto con los procesos de imitación y otras habilidades sociales, parecen provenir de las neuronas espejo, un grupo de células cerebrales descubiertas por el neurobiólogo italiano Giacomo Rizzolatti a finales del siglo pasado. Estas neuronas, que fueron advertidas por primera vez en primates y posteriormente halladas también en humanos, se activan tanto cuando realizamos una actividad como cuando observamos a otro individuo de nuestra especie realizar esa misma acción. En este último caso, nuestro cuerpo se dispondría a imitar aquello que observa, y de ahí, por ejemplo, que la risa o los bostezos sean tan contagiosos. Estas neuronas no sólo intervendrían en operaciones motoras, sino que también reflejarían emociones. El propio Rizzolatti habla de las neuronas espejo como “un mecanismo específico para que, cuando vemos dolor en otra persona, también sintamos dolor. No solo entendemos el dolor del otro de manera cognitiva, también lo sentimos” (fuente: https://www.agenciasinc.es/Entrevistas/El-padre-de-las-neuronas-espejo-busca-tratamientos-en-el-mundo-virtual).
Aunque a día de hoy las neuronas espejo siguen siendo objeto de estudio, parece claro que nuestro cerebro dispone de las herramientas necesarias para que, a través de las relaciones sociales, mejoremos nuestra calidad de vida. Por eso, y dado que nuestros comportamientos no sólo vienen condicionados por nuestra carga genética sino que son en buena parte aprendidos del entorno en el que nos desarrollamos, es tan importante entender que cada punto de vista es diferente y gracias a la empatía podemos establecer relaciones más estables, útiles y duraderas.
Lo que sí sabemos de forma manifiesta, aunque no tengamos ni idea de neurociencia, es lo que sentimos. Poner en práctica una comunicación empática no debe significar necesariamente (aunque en ocasiones sí suceda) sentir lo que la otra persona siente, simplemente basta con poner en marcha nuestra racionalidad para comprender por qué se siente de esa manera.
Por ejemplo: si mi hermano me dice que está triste porque su pareja (a la que considero una persona egoísta, irrespetuosa y manipuladora) le ha dejado, yo podría decirle que debería estar contento porque esa persona era mala y no le convenía en absoluto. En este caso yo estaría evaluando la situación únicamente desde mi punto de vista, sin empatizar con mi hermano (que seguramente tenga otra visión de su pareja), y es muy probable que él sienta aún más dolor y rechazo hacia mí.
Si, por el contrario, a pesar de alegrarme de que le haya dejado, entiendo que él pueda sentirse mal por haber terminado una relación que para él era importante, le diré que comprendo su malestar y que cuenta con mi apoyo. Entonces me estaré comunicando con él de forma empática, aunque no sienta su misma tristeza, y seguramente él se sienta aliviado y yo feliz de haberle ayudado.
Cuando nos comunicamos desde una posición neutra y atenta en la que sin dejar de lado nuestros propios pensamientos, valores e intereses, nos permitimos acercarnos a nuestro/a interlocutor/a desde el respeto y la sincera intención de comprender sus sentimientos y experiencias sin emitir juicios de valor, nos resulta mucho más sencillo llegar a acuerdos satisfactorios para ambas partes.
Porque a la hora de conseguir nuestros objetivos no nos queda más remedio que negociar, encontrar el punto de beneficio mutuo. El equilibrio entre razón y emoción, entre genética y cultura, entre deseos y obligaciones, entre tú y yo. Si mi objetivo, en el caso anterior, es ser sincera, deberé asumir las consecuencias de una comunicación honesta y directa. Si, por el contrario, mi objetivo es ofrecer consuelo, seguramente la mejor opción sea omitir mi opinión crítica (al menos de momento) y encontrar las palabras que obedezcan a ese propósito.
Pero de objetivos ya hablamos más en profundidad en esta entrada del blog.
Para finalizar, os dejo una interesante (y breve) exposición del neurólogo Vilayanur Ramachandran sobre neuronas espejo:
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